En enfermedades como el Parkinson o TEA ya hay suficientes evidencias sobre el efecto beneficioso de los probióticos.
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El consumo regular de probióticos ayuda a tener una microbiota en equilibrio
El microbioma humano es el número total de microorganismos y su material genético presentes en nuestro organismo. Este conjunto de microorganismos (bacterias, hongos y virus), que corresponden al 90% de las células que hay en nuestro cuerpo, se conoce como la microbiota. En el intestino es donde existe una mayor concentración de esta microbiota y las investigaciones realizadas en los últimos años han ayudado a comprender mucho mejor su relación con nuestra salud, no siendo una excepción a esto la salud mental.
En este universo que es la microbiota existen organismos beneficiosos y otros perjudiciales. El equilibrio entre unos y otros es fundamental. Sin embargo, diferentes factores pueden afectarlo y ocasionar lo que se conoce como disbiosis, impactando directamente en la salud del individuo.
Los distintos estudios que se han llevado a cabo a lo largo de los últimos años han servido para constatar que en cualquier patología psiquiátrica hay siempre una disbiosis.
Esto llevó a la idea de que corregir este desequilibrio podría incidir en la mejora de la salud mental y en el año 2013, el investigador Ted Dinan de la Universidad de Cork, Irlanda, acuñó el concepto de psicobióticos: microorganismos que, ingeridos en cantidades adecuadas, producen un beneficio en la salud mental.
Varias investigaciones han demostrado ya que bacterias como los lactobacilos o las bifidobacterias son capaces de sintetizar neurotransmisores como GABA, acetilcolina o serotonina implicados en la depresión y en la ansiedad. “Corregir la falta de estas bacterias ayudaría a mejorar la sintomatología, con la ventaja además de que muchos de estos probióticos no tienen efectos secundarios y por eso desde la industria se está apostando por su desarrollo y cada vez se estudian más en muchas patologías”, explica Concha Porras, Brand Manager Pharma en Neuraxpharm.
Evidencias en Parkinson, TEA y otras enfermedades neurodegenerativas
El trabajo de investigación en este campo también está sirviendo para entender más el papel de la microbiota en muchas enfermedades neurodegenerativas como pueden ser el Alzheimer o el Parkinson. Precisamente la pérdida de diversidad de nuestra microbiota por las medidas de higiene cada vez más presentes en muchos países desarrollados podría explicar el aumento en la incidencia de algunas de estas patologías.
“Incluso en el caso de algunas enfermedades, como el Parkinson, las evidencias apuntan a que la enfermedad empezaría en el intestino y no en el cerebro”, explica la doctora Silvia Gómez Sennet, médico del aparato digestivo experta en microbiota y permeabilidad intestinal.
De esta forma se ha podido ver que el depósito de amiloides, relacionados con los problemas de movimiento, se encuentran no solo en el cerebro sino también en las neuronas que hay en el intestino.
“Y un análisis de estas proteínas sirvió para demostrar que las que había en el intestino eran más antiguas, apuntando la posibilidad de que la enfermedad tendría allí su origen y explicaría también el porqué de muchos síntomas digestivos relacionados con esta patología”, añade la experta, quien señaló que otro factor también importante es el de la permeabilidad del intestino, relacionada también con la microbiota, y como esta incide en la absorción de los fármacos.
Pero no solo hay una relación importante con enfermedades neurodegenerativas. Un estudio llevado a cabo en el año 2020 por medio de la Fundación Querer ha servido también para analizar la relación que existe entre la microbiota y el trastorno del espectro autista o TEA.
Gracias a los datos recogidos se pudo comprobar como en niños con esta patología había en todos ellos una disbiosis y en cerca de un 90% también la permeabilidad de sus intestinos era mayor. En buena parte de los participantes en el estudio había diferente sintomatología relacionada con el sistema digestivo.
Durante seis meses se les administraron probióticos diferentes con el objeto de recuperar el equilibrio de la microbiota, y lo que se pudo comprobar fue que no solo se habían mejorado los síntomas intestinales, sino que también se había producido una mejora en los niveles neurocognitivos. “Los probióticos sí son un factor que se debería tener en cuenta junto con otros tratamientos”, destaca la doctora Gómez Sennet.