La investigación añade evidencia molecular a las hipótesis que relacionan este cornavirus con el cáncer.
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“¿Es el SARS-CoV-2 un virus oncogénico?”, esta es la pregunta que investigadores del Grupo de Investigación en Genética, Vacunas e Infecciones, Genvip, del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela, IDIS, lanzan a la comunidad médica en el último número de la revista de la Asociación Británica de Infecciones, Journal of Infection, una de las revistas de mayor relevancia internacional, con un factor impacto de 38.
Los investigadores han llevado a cabo un estudio que añade evidencias a esta posible relación.
Alberto Gómez Carballa, Federico Martinón Torres y Antonio Salas Ellacuriaga, en colaboración con el grupo de investigación GEN-COVID y el Imperial College de Londres, muestran evidencias moleculares de la posible relación genética entre la infección del COVID-19 y el cáncer, apoyando la hipótesis que relaciona SARS-COV-2 y cáncer de endometrio severo sugerida por investigadores chinos en la misma revista. Los investigadores han llevado a cabo un estudio que añade evidencias a esta posible relación y apunta a que podría ser más general, en la misma línea que los virus Epstein-Barr y Hepatitis B controlan en el gen TP53, conocido como el gen de la proteína tumoral, p53, conocido también como el “guardián del genoma”.
Proceso
El proceso concreto consistiría, según las evidencias del estudio, en que los antígenos del SARS-CoV-2 secuestran la proteína oncosupresora o p53 conduciendo a su degeneración por daño oxidativo. El SARS-CoV-2 aprovecharía las vías controladas por p53 durante la fase de infección, obviando las respuestas inmunitarias y facilitando la replicación, lo que parece indicar que en caso de que p53 se encuentre muy reducido en la fase aguda de la infección sería un biomarcador de enfermedad grave. Esto plantea la hipótesis de que la inhibición a largo plazo de p53 por parte de SARS-CoV-2 podría ser un factor de riesgo de carcinogénesis. De hecho, durante el estudio se obtuvieron evidencias de que pacientes en fase aguda de SARS-CoV-2 y aquellos con infección de larga duración (conocido como COVID-19 persistente) muestran baja presencia de p53.
Durante el estudio se obtuvieron evidencias de que pacientes en fase aguda de SARS-CoV-2 y aquellos con infección de larga duración muestran baja presencia de p53.
Para llegar a estas conclusiones se realizaron tres estudios con pacientes sanos e infectados de SARS-CoV-2 estratificados según su gravedad, desde enfermos críticos, a graves, leves y personas saludables, y en diferentes momentos tras la infección, a las 12, 16 y 24 semanas tras el test negativo o el alta médica. El estudio ha sido financiado por la Axencia Galega de Innovación, GAIN (Plan Rescata-COVID), y ACIS, la Axencia de Coñecemento en Saúde, así como el Insitituto de Salud Carlos III y los fondos europeos del programa H2020.
“Esto no demuestra una relación causal entre SARS-CoV-2 y el cáncer”.
Los investigadores indican que “esto no demuestra una relación causal entre SARS-CoV-2 y el cáncer, pero en el caso de que estudios más grandes en muestra y extensos en seguimiento, lo confirmen, el impacto en la salud pública mundial sería enorme”’, según Salas, “nuestra evidencia se origina en el ámbito de la expresión génica, lo que nosotros denominamos la transcriptómica. El hecho de que hayamos encontrado una evidencia convergente en tres estudios independientes, sienta una base lo suficientemente sólida como para iniciar estudios en el ámbito clínico y epidemiológico que permitan arrojar luz sobre este posible vínculo”.
“Nuestra evidencia se origina en el ámbito de la expresión génica, lo que nosotros denominamos la transcriptómica”.
Martinón añade que “por el contexto pandémico por el que hemos pasado y seguimos estando, y por las consecuencias que podría tener en los sistemas de salud a medio/largo plazo, sería importante llevar a cabo estudios que delimiten el alcance concreto de nuestros resultados”. Salas matiza que “Del estudio se infiere que el SASR-CoV-2 podría llegar a ser un factor de riesgo como lo son otros muchos factores en diversos tipos de cáncer; desde mutaciones genéticas que aumentan el riesgo a desarrollar un cáncer, hasta factores ambientales”. Ambos coinciden en la necesidad de hacer más estudios y en el deseo de estar equivocados.