El cáncer, la otra ‘pandemia’, es uno de los problemas sociosanitarios principales en nuestro país, puesto que cada año se detectan 280.000 casos nuevos casos y perdemos a 130.000 de nuestros conciudadanos por culpa de ella. Lamentablemente, se prevé que estas cifras empeorarán en los próximos diez años. A diferencia del carácter temporal del Covid-19, el cáncer estuvo, está y estará con nosotros durante bastante tiempo. Es necesario, por tanto, adaptarse a este escenario para que sea posible mejorar la prevención, diagnóstico y asistencia hospitalaria del cáncer de forma homogénea y equitativa en España.

Debido a ello, desde la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA) aplaudimos la puesta en marcha por parte del gobierno central y las comunidades autónomas de una Estrategia común del Sistema Nacional de Salud que nos permita enfrentarnos a este gran reto. Esta Estrategia recoge varias demandas de ASEICA. Una de ellas es la promoción de la oncología de precisión o personalizada en el contexto de la propia asistencia hospitalaria. Esto permitirá mejorar el diagnóstico molecular de los tumores, así como guiar posteriormente las decisiones de tratamiento de cada paciente de forma individual. Los beneficios que se esperan de ello son la obtención de mayores niveles de eficacia terapéutica y calidad vida de los pacientes. Eso sí, debe garantizarse un acceso equitativo y de calidad, independientemente de en qué región u hospital estén siendo atendidos los pacientes oncológicos. Otra reivindicación de ASEICA recogida en la presente Estrategia es la de apostar por la investigación básica, clínica y traslacional y los ensayos clínicos académicos para contribuir a los anteriores objetivos.

Financianción y estrategia de seguimiento

Obviamente la implementación efectiva del plan precisa de organización y colaboración del Ministerio de Sanidad y de las CCAA, de las sociedades médicas y científicas, de los pacientes y otros agentes del sector biosanitario. Sin embargo, debemos alertar que los objetivos ambiciosos de esta Estrategia solo se podrán conseguir se vienen acompañados con una financiación acorde y de una estrategia de seguimiento y evaluación. Este ha sido uno de los defectos que sufrieron todas las Estrategias que se han puesto en marcha a lo largo de estos quince años. De no corregirse este problema, nos tememos que muchos de los grandes objetivos establecidos por la Estrategia pueden acabar siendo papel mojado. Los pacientes se merecen una apuesta fuerte por una Estrategia ambiciosa y de ejecución factible.
 
Independientemente de los objetivos generales de la Estrategia, otra de las preocupaciones de ASEICA y la gran mayoría de las restantes sociedades científicas y de pacientes, es la mejora de la atención sanitaria a los pacientes con cáncer durante la pandemia de Covid-19. En este sentido, aplaudimos la decisión de la Comisión Interterritorial del SNS de incluir a los pacientes crónicos de alto riesgo como los pacientes con cáncer en el siguiente grupo a vacunar, tal y como desde ASEICA veníamos reclamando.

También creemos que se deben subsanar, en la medida de lo posible, los retrasos en el diagnóstico y tratamiento oncológicos que se han ido acumulando durante este largo año de pandemia.

Para ello, se necesita tener un conocimiento preciso del impacto del Covid-19 en los pacientes de cáncer en cada comunidad autónoma. También se necesita la puesta en marcha de un plan de choque con actividad y recursos complementarios a los de la práctica clínica habitual para solventar este grave problema. De algún modo durante este próximo año debemos de hacer lo de todos los años y eliminar todos los retrasos acumulados durante este año.
 
Desde ASEICA y la Red-C, alianza que integra el liderazgo clínico experto en oncología de múltiples sociedades científicas y casi 58.500 profesionales sanitarios del ámbito oncológico español, vamos a luchar por ello. No nos olvidemos, estas son las razones de ser de nuestro trabajo.

Sólo una apuesta clara, decidida y coordinada de todos los agentes del sector nos permitirá abordar el reto titánico que tenemos por delante: pasar de las tasas de supervivencia actuales del 55% al 70% en los próximos diez años. Y, eso, sin olvidar la mejora de la calidad de vida de los pacientes durante el tratamiento y tras él.