El enfrentamiento a la pandemia de Covid-19 se dirime en varios frentes: detectar el virus en las personas infectadas, aislarlas y tratarlas según el desarrollo de la enfermedad, proteger confinando a los sanos y avanzando en una vacuna o una terapia.

En todos esos frentes los profesionales sanitarios y los pacientes precisan de medios: tecnología diagnóstica, tecnológica terapéutica y material de protección. Esto último es de aplicación, también, para todos aquellos que trabajan en los servicios esenciales de la comunidad.

El papel de la industria tecnológica sanitaria, farmacéutica y de material sanitario debe ser contemplado por la autoridad sanitaria como estratégico en una situación como la que estamos viviendo. Apoyados por eficaces canales de logística y distribución han de ser garantes de los abastecimientos necesarios con propuestas acordes con la situación. Las administraciones han de ser lo más ágiles posibles para ganar inmediatez en la disponibilidad de esos  medios para su uso en los centros sanitarios o en la comunidad. También deben disponer de los recursos económicos extraordinarios y posibles.

La atención preventiva y reactiva va a depender, en gran manera, de esa disponibilidad como depende de la disponibilidad de profesionales. Pero, disponiendo de ellos, la falta de materiales y equipos cercena su capacidad operativa y por tanto la eficacia clínica de su buen hacer.

Para la evaluación real de la población contagiada se van a ir ampliando los criterios de indicación de los test diagnósticos. Ello debe ir acompañado de la capacidad de la industria de disponer de ellos, mejorando la complejidad de la prueba y su rapidez en obtener el resultado. En ello se está avanzando.

Pero la administración debe abandonar muchos de los paradigmas admistrativistas al uso y pasar de hacer a controlar concediendo autonomía de gestión. Ello supondría una mayor operatividad en las adquisiciones en momentos críticos como estos en los que la incertidumbre sobre el crecimiento del número de las personas afectadas y su velocidad de progresión tiene diferentes velocidades según zonas y territorios.

La adquisición, cuando sea posible, de los equipamientos necesarios para la habilitación de áreas de hospitalización como Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) es otro de los retos que merece un análisis similar.

Al final, a los resultados nos atendremos. Del buen y oportuno abastecimiento de material y tecnología sanitaria va a depender en buena parte la resistencia de todos para evitar el contagio, tratar al contagiado y proteger a los profesionales sanitarios y de los servicios esenciales.