Karel W. F. De Pourcq, SOMMa Communications Manager.
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España se encuentra en una encrucijada de su historia. La búsqueda de soluciones a la crisis actual ha puesto de relieve la importancia de la investigación, cuyos esfuerzos a marchas forzadas comienzan a dar frutos esperanzadores. Paralelamente, tras muchos meses de pandemia, ha sido manifiesta la especial vulnerabilidad del modelo económico español frente a una crisis como la actual. Es necesario actuar para evitar una postración sostenida de nuestra economía y, pensando en el largo plazo, hacerlo tomando el tren de la recuperación mediante la potenciación de la I+D+I, largamente reivindicada.
La ciencia, uno de los pilares de la innovación, nos aporta nuevas herramientas, conceptos y paradigmas y, por lo tanto, es la que nos abre la puerta a nuevas realidades. El conocimiento pasado ha sido partícipe, siempre, de innovaciones que moldearon la sociedad para hacer de ella lo que luego fue. No faltan ejemplos actuales de países que han cimentado su prosperidad mediante la innovación. Las posibilidades que ésta brinda les da una ventaja competitiva que abre nuevas posibilidades para su economía. Ahora, como en el pasado, la innovación tiene una importancia capital. En un mundo en el que reinan el dinamismo y la competitividad, ello es tanto más así, si cabe.
Propiciar la capacidad de innovación debe ir de la mano de la inversión sostenida en investigación, pero también de la mejora del marco administrativo y legal asociado. La necesidad de dicho marco propicio no es menos cierta por lo que respecta al fomento del emprendimiento en ciencia de frontera, a lo que cabe añadir la necesidad de incrementar el diálogo y la cooperación entre los sectores público y privado.
Desplegar y mantener una estrategia a largo plazo en esa línea llevaría al país al grupo de cabeza en diversos campos del conocimiento y sectores de la economía, como mínimo, a nivel europeo. Suele ser una inversión ventajosa aquella que aprovecha las capacidades pre-existentes para potenciarlas y construir en base a ellas. Esto, a su vez, se debe traducir en nuevas capacidades industriales basadas en ese talento y en ese conocimiento. Un país innovador y en el que se pone en valor el desarrollo de conocimiento dispondrá de más palancas para competir con éxito y también para afrontar la adversidad.
España puede ser referente en algunas de las grandes industrias del futuro. El país, pese a los años de recortes en investigación, tiene sólidas capacidades y talento en múltiples campos. Es necesario fortalecer ahora la inversión en I+D+I, consolidar esa inversión a lo largo del tiempo y adaptar el marco de trabajo de la I+D+I para hacerlo óptimo. Si se toman los pasos necesarios y España explota sus fortalezas, los años venideros pueden llevar a lograr una economía renovada en la que primen la innovación, la sostenibilidad, el alto valor añadido y la tecnología.
SOMMa, ASEICA y AseBio y decenas de entidades firmantes han lanzado recientemente un llamamiento para poner la I+D+I en el centro de la estrategia del país. Pongamos ahora las bases de un futuro venturoso: España lo necesita.