España envejece a pasos agigantados y, según apuntan los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística, ya son 137 las personas mayores de 64 años por cada 100 menores de 16. Esta proporción supone un incremento del envejecimiento de 27,5 puntos porcentuales respecto a los datos de hace 10 años y subraya la necesidad de preparar las residencias de mayores y a sus profesionales para recibir un incremento notable de ingresos en los próximos años.

Teniendo en cuenta esta realidad, los profesionales del sector de los cuidados hace ya un tiempo que nos preguntamos: ¿está el modelo de residencias actual adaptado a las necesidades y las exigencias de los futuros usuarios? ¿Estamos de acuerdo como sociedad sobre cómo deben ser los cuidados y la atención que recibimos las personas en la etapa final de nuestra vida? Evidentemente, las residencias de mayores son lugares especialmente diseñados para que las personas mayores puedan vivir cómodamente, pero, sobre todo, son espacios en los que se deben ofrecer los cuidados necesarios que les proporcionen bienestar. En este sentido, es importante tener en cuenta que, por cuestiones de edad, es habitual encontrar en las residencias personas que requieren de cuidados paliativos o, en otras palabras, de un enfoque integral orientado a mejorar la calidad de vida de residentes con enfermedades crónicas o que encaran un final de vida. ¿Pero cómo deben ser estos cuidados?

Tras casi 20 años al servicio del cuidado de las personas, me aventuro a señalar el modelo de Atención Centrada en la Persona (ACP) como el mejor enfoque, especialmente para aquellos mayores que se encuentran en fase de cuidados paliativos. Este modelo pone el foco en dos de los principios culturales y éticos más arraigados en nuestra sociedad actual: la libertad y la independencia a la hora de decidir sobre el futuro personal. Cada vez más, queremos ser libres y tomar nuestras propias decisiones, y esta tendencia se traslada también a las personas mayores que tienen total derecho a determinar cómo quieren envejecer. Así pues, es imprescindible adaptar el modelo residencial actual a las exigencias de las generaciones que, de forma inminente, pasarán a formar parte del colectivo de la tercera edad que requiere de cuidados profesionales.

Bajo mi punto de vista, tal y como señalé en la reciente jornada 'Hacia una cultura paliativa en el espacio sociosanitario' celebrada en el Hospital Santa Marina de Bilbao (Osakidetza), el modelo ACP se caracteriza por tres elementos clave: la escucha activa, la concordia entre profesionales y residentes, y la cocreación del cuidado. En concreto, entender que la narrativa y la historia de vida de las personas, que solo se puede conocer a través del diálogo con el residente, debe ser el hilo conductor del servicio ofrecido en una residencia. En el mismo sentido, es muy importante poner en valor el conocimiento que ofrece la experiencia que tienen las personas mayores ya que, si bien el conocimiento profesional es la base de la atención, no se debe pasar por alto que la trayectoria de vida de los residentes aporta un gran valor a la estrategia de cuidado. Finalmente, nunca debemos olvidar que los expertos del cuidado y los residentes son personas que hablan el mismo idioma y que deben construir juntos los cuidados que den respuesta a sus necesidades.

En definitiva, estoy seguro de que el modelo residencial actual está a punto de experimentar una transformación estructural, donde nos alejaremos del concepto de espacios sanitarizados para adentrarnos en un enfoque mucho más social, cercano y humano donde el mundo de las personas esté en el centro. Solamente así lograremos que nuestras personas mayores no dejen de sentir el calor de hogar en nuestras residencias.