La soledad no deseada en la juventud
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Doctora Silvia Herrero, directora del grado de Psicología de UNIE Universidad
Cuando hablamos de soledad no deseada, nos estamos refiriendo a una experiencia subjetiva donde el individuo siente una desconexión emocional y social, percibiendo una brecha entre el nivel de interacción social que desea y el que realmente tiene. Es decir, supone una sensación de aislamiento y desconexión que experimenta una persona a pesar de estar en compañía y poder llegar a tener relaciones significativas. Este tipo de soledad, aunque sea un sentimiento subjetivo suele ser emocionalmente dolorosa y tener efectos negativos tanto para la salud física como mental.
A pesar de que tradicionalmente este fenómeno se ha asociado con personas mayores, en los últimos años ha cobrado una relevancia particular en los jóvenes, quienes, a pesar de estar más conectados tecnológicamente reportan altos niveles de soledad tal y como han demostrado diversos estudios tanto a nivel nacional como internacional.
Uno de los últimos estudios que se han publicado sobre esta temática en nuestro país y que ha puesto de manifiesto la importancia de esta problemática, ha sido el realizado por la Fundación ONCE en colaboración con Ayuda en Acción sobre una muestra de 1800 jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 29 años y cuyos datos son especialmente reveladores en este sentido, destacando por ejemplo que más del 25% de los jóvenes experimentan sentimientos de soledad en la actualidad, siendo el porcentaje mayor en el género femenino y llegando a casi al 70% si se considera el número de jóvenes que se han sentido solos en algún momento de su vida. Pero algo todavía más preocupante es que esta sensación de soledad no es algo pasajero o puntual, ya que muchos de los jóvenes que experimentan estos sentimientos, llevan años sintiéndose así.
La soledad no deseada es un problema de naturaleza multicasual y, en este sentido, hay diversos factores con los que ha demostrado tener una relación estadísticamente significativa. Por ejemplo, uno de los factores que se ha relacionado con este sentimiento viene derivado de la inmersión en la era digital y las redes sociales, las cuales, en teoría, deberían conectar a las personas y reducir la soledad. Sin embargo, son numerosos los estudios que sugieren que el uso excesivo de estas redes puede tener un efecto contrario. La comparación constante con vidas idealizadas de otros puede generar sentimientos de insuficiencia y aislamiento. Además, las interacciones virtuales a menudo carecen de la profundidad emocional de las interacciones cara a cara, lo que contribuye al sentimiento de vacío. Muy relacionado con este punto comentado sería la cantidad y calidad de las relaciones sociales. En la sociedad actual parece existir la creencia errónea de que la cantidad de relaciones que somos capaces de establecer correlaciona con la calidad de estas, por lo que tener pocas relaciones de amistad puede generar sentimientos de frustración y de soledad en los más jóvenes.
Por otro lado, las ciudades, con densa población y ritmo acelerado de vida, representan un entorno paradójico donde la proximidad física no garantiza la conexión emocional. A pesar de la abundancia de personas y actividades, muchos jóvenes urbanos experimentan esta soledad no deseada reportándose tasas más altas en comparación con los jóvenes que viven en zonas más pequeñas. Además, la soledad no deseada, al igual que otras problemáticas sociales, se ha demostrado que afecta de forma más directa y clara a los más desfavorecidos. En este sentido, los jóvenes que viven en familias que experimentan dificultades económicas para llegar a fin de mes presentan mayor riesgo de sufrir este fenómeno si se les compara con jóvenes que no viven esta problemática.
Otro de los factores que se ha relacionado con la soledad no deseada y que además supone una preocupación doble por sus repercusiones negativas es el acoso. Se ha demostrado igualmente como la prevalencia de esta soledad no deseada es mayor en aquellos jóvenes que sufren o que han sufrido algún tipo de acoso, ya sea escolar o laboral. Este punto es especialmente importante y preocupante en nuestro país si tenemos en cuenta que España se encuentra a la cabeza de los países con mayores tasas de este fenómeno.
Otro de los puntos que llama especialmente la atención y que aparece recogido en los diferentes informes es que hay ciertos colectivos en los cuales se observa una mayor prevalencia de soledad percibida, como, por ejemplo, en el colectivo LGTBI o el colectivo de jóvenes migrantes. Es por lo tanto muy paradójico pensar cómo un fenómeno que genera tanta riqueza y diversidad en un país puede convertirse en un factor de riesgo.
Finalmente, otro de los factores que juegan un factor fundamental en el sentimiento de soledad no deseada es la salud mental. En este sentido se ha demostrado como el padecer algún problema de salud mental como ansiedad o depresión aumenta este sentimiento de soledad no deseada. Esto no es de extrañar si se tienen en cuenta las dificultades asociadas con estos problemas. En este sentido, las personas que sufren ansiedad o depresión tienden en mayor medida al aislamiento social lo que les genera a su vez una mayor sensación de desconexión incluso cuando están rodeadas de personas. Estos fenómenos además se retroalimentan ya que el hecho de experimentar subjetivamente esa sensación de soledad agrava los problemas de salud mental.
En vista de todo lo comentado queda patente la necesidad urgente de desarrollar medidas que busquen paliar o intentar reducir este fenómeno. Por ello se ha de trabajar desde un punto preventivo, pero también de intervención fomentando la educación emocional de los más jóvenes desde los propios institutos, la participación juvenil, las relaciones sociales sanas y por supuesto, protegiendo la salud mental de los más jóvenes.