Estas son unas cuantas anécdotas que nos han pasado a los farmacéuticos durante esta época que nos ha tocado vivir, unas nos han dejado grandes momentos y otras no tanto…

Recuerdo cuando comenzó la pandemia, por marzo de 2020, que los medios no paraban de decir que teníamos que protegernos y los clientes venían demandando dos productos que eran clave para dicha protección: las mascarillas y los geles hidroalcohólicos. Por aquel entonces, en las farmacias había escasez de dichos productos y entonces era cuando los clientes se volvían creativos y se inventaban sus propios medios de protección, aunque no siempre con gran acierto.

Un día, un cliente se acerca a la farmacia a por sus medicinas con una mascarilla que se podía ver a simple vista que era casera. Hablando con él mientras le despacho me empieza a decir que él no necesitaba ningún tipo de mascarilla de las que se vendían en las farmacias, que él había dado con la clave para estar protegido. Entonces, el señor me dijo: “El gel hidroalcohólico mata al virus ¿verdad? Pues he cogido una compresa de mi señora, la he empapado en alcohol y la he metido en esta mascarilla que me he hecho yo, ¿a que es buena idea?” Obviamente le dije que no, que estar tanto rato respirando alcohol no era bueno y que yo buscaría otra opción.

Entonces, el señor me dijo: “El gel hidroalcohólico mata al virus ¿verdad? Pues he cogido una compresa de mi señora, la he empapado en alcohol y la he metido en esta mascarilla que me he hecho yo, ¿a que es buena idea?”

Había otros que decidían fabricarse su propio traje anti COVID-19: se ponían guantes de fregar, botas, chubasquero con capucha y lo que pudieran en la cara, y todo bien sellado para que no entrara ni saliera nada de ese traje. 

Pasado un tiempo, ya sí que teníamos stock de geles hidroalcohólicos, y eso era una auténtica locura, se los llevaban de 20 en 20. Yo recuerdo que me decían: “No, si yo esto no lo compro por el virus, es que lo uso todos los días desde hace tiempo en el trabajo”. Un poco sospechoso, ¿no?

Algo distinto era el tema de las mascarillas. Como al principio estaban caras, los clientes lo que hacían era reutilizarlas.

Algo distinto era el tema de las mascarillas. Como al principio estaban caras, los clientes lo que hacían era reutilizarlas. Unos las dejaban tendidas como si fueran parte de la colada después de poner la lavadora, otros incluso las lavaban, y estas en concreto no se podían, incluso había gente que las empapaba en lejía… ¡Imaginaos poneros una mascarilla bañada en lejía! Obviamente no es buena idea.

También estaba el que te pedía un medicamento que normalmente no se solía vender, y entonces era cuando le preguntaba: "¿Para qué quiere usted esto?” Y me decía: “Es que he leído en internet que esto te protege de la COVID-19, así que me lo quería tomar por si acaso”.

Otro tipo de clientes eran los que se consideraban a sí mismos pacientes de riesgo. Entonces te llamaban para que les llevaras las medicinas a casa, y ya de paso si le podías comprar algo de fruta… Luego, cuando ya era posible salir a hacer ejercicio, los veías dando un paseo y parándose a hablar con la gente justo delante de la farmacia. Tan de riesgo no serían…

También estaba el que te pedía un medicamento que normalmente no se solía vender, y entonces era cuando le preguntaba: "¿Para qué quiere usted esto?” Y me decía: “Es que he leído en internet que esto te protege de la COVID-19, así que me lo quería tomar por si acaso”.

Por otra parte, también había mucha especulación con la aparición de este virus. Había mucha gente que le echaba la culpa a China, entonces ¡cuidado cuando entraba un chino en la farmacia! Todo el mundo se alejaba de ellos. Hubo alguna persona que salía corriendo fuera a esperar a que se marcharan. Eso no sigue pasando ahora, pero sin embargo han aparecido vídeos muy poco fiables en los que describen que todo esto es una trama para controlarnos a todos. El problema de esos vídeos es que son largos y algún que otro cliente me los ha puesto, y dile tú que no quieres verlo, que ya empieza a sospechar de ti y no vuelve.

Hablando del tema de controlarnos, eso me lleva a recordar cuando comenzamos a vacunarnos y la gente decía que nos estaban metiendo chips, que por eso se ponían una moneda y se quedaba pegada. El tema es que me han venido clientes que me juraban y perjuraban que se les quedaban pegadas cosas bastantes más grandes que una moneda, y que les interfería con la señal de móvil.

El tema es que me han venido clientes que me juraban y perjuraban que se les quedaban pegadas cosas bastantes más grandes que una moneda, y que les interfería con la señal de móvil.

Y ¡cómo somos cuando nos regalan cosas! Todo empezó cuando la Comunidad de Madrid dijo que iba a regalar mascarillas, que solo tenían que ir a la farmacia con su tarjeta sanitaria y allí se la darían. Pues como era de esperar, unas colas enormes de gente a por su mascarilla. Había personas que volvían varias veces para llevarse más de una: “Total, si cuela”.

Pero mucho peor ha sido lo de regalar test, porque cuando lo de las mascarillas se formaban colas, pero todos se iban con la suya a casa, en cambio como con los test no había para todos…

Pero mucho peor ha sido lo de regalar test, porque cuando lo de las mascarillas se formaban colas, pero todos se iban con la suya a casa, en cambio como con los test no había para todos… Nos ha llevado a tener más de una discusión e incluso alguna hoja de reclamaciones. Yo según llegaba por la mañana a abrir la farmacia y veía la cola… Llevaban más de una hora esperando en la calle, y todo para nada. Así pasaba que me decían que me los quedaba para mí. Algún cliente venía más tarde y me preguntaba en bajito que debía hacer para tener enchufe con el farmacéutico.

También están los que te intentan cambiar lo que regala la Comunidad por otra cosa: “Tenga usted su test gratuito”. “¡Uy!, si yo esto no lo necesito, ¿no me puedes dar mejor una cremita?”.  O los que me decían: “Saca mi test de la Comunidad, me das cinco euros y tu lo vendes por 7, ¡todos ganamos!