Las nuevas tecnologías facilitan el empoderamiento de las personas con diabetes
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Dentro del conjunto de las enfermedades crónicas, la diabetes es probablemente, el mejor ejemplo de una enfermedad en la que el empoderamiento del paciente juega un papel crucial no solamente en la prevención de complicaciones a largo plazo, sino en el adecuado seguimiento terapéutico.
Además de ser una patología de altísimo impacto en la calidad de vida de las personas, también incide en el sistema, generando en muchos casos una sobrecarga asistencial debida a descompensaciones agudas por un mal control de la glucemia o circunstancias derivadas de las consecuencias a largo plazo que la enfermedad mal controlada provoca, constituyendo así una de las causas más frecuentes de ingresos evitables.
Es por tanto una enfermedad de alto impacto social y económico tanto para el sistema como para la persona que la padece y su entorno, siendo, además, la primera causa de ceguera en nuestro país.
Y es que las complicaciones a largo plazo de una enfermedad silente en síntomas, pero grave en sus consecuencias nos obliga a poner el foco en una adecuada adherencia terapéutica, orientada al control adecuado de la glucemia y a la prevención y control de las complicaciones. Y para ello, la capacitación del paciente es imprescindible.
Conseguir una disminución de estas complicaciones, como la ceguera, la insuficiencia renal, las complicaciones cardiovasculares, el pie diabético…que tanto impacto a todos los niveles tienen, es un reto en el que debemos participar todos, incluido el paciente. Si ponemos el foco en la capacitación del paciente, conseguir pacientes empoderados que asuman el control de su enfermedad y que sean verdaderos co-gestores de la misma junto a los profesionales sanitarios, implica la participación de todos: pacientes, familia, profesionales, asociaciones…
Es importante recordar que un paciente empoderado es un paciente que sabe lo que le pasa, sabe por qué le pasa, sabe cómo tratarlo y sobre todo, sabe cómo prevenirlo. Para llegar a este nivel de conocimiento, contamos con diversas herramientas que se complementan, y entre las que cabe destacar las nuevas tecnologías y las diversas modalidades de escuelas de salud y/o de pacientes, sin olvidar el papel que juegan las asociaciones como dinamizadoras de iniciativas que buscan el aprendizaje entre iguales, y el acompañamiento y ayuda mutuos.
Dentro de las nuevas tecnologías, el uso de los sistemas de monitorización continua de glucosa, está permitiendo que pacientes y profesionales tengamos un conocimiento inmediato del nivel de glucemia, y podamos relacionarlo con determinadas circunstancias determinantes, como la ingesta o el ejercicio. De esta manera el paciente puede conocer lo que está ocurriendo y puede así asociarlo a una posible causa, pero lo más importante es que puede actuar para prevenir posibles complicaciones, y además, se facilita el aprendizaje y la capacitación para un adecuado control de la enfermedad.
Las nuevas tecnologías facilitan en este sentido, no solo el empoderamiento del paciente, sino también la autonomía, la capacidad de tomar decisiones que afectan a su salud.
Está comprobado que en la medida que un paciente está más empoderado, mejora la adherencia terapéutica, no solo a los medicamentos, sino al seguimiento de un estilo de vida saludable, tan importante en la diabetes para prevenir en esta enfermedad las complicaciones.
Por otra parte, no hay que olvidar el efecto que tiene sobre los profesionales el encontrarse ante un paciente que se convierte en actor protagonista: por lo general, este hecho tiene un efecto positivo, mejorando la comunicación, la capacidad de escucha, el respeto, la comprensión, y la toma de decisiones compartida. Son éstos elementos clave en la humanización de la asistencia sanitaria, y resultan indispensables para llegar a una verdadera atención centrada en la persona, esencial en un adecuado abordaje de enfermedades como la diabetes.
Sin embargo, todavía nos encontramos con barreras difíciles de superar, ligadas a ciertos estilos de vida que se encuentran en el origen de la enfermedad, sobre todo si hablamos de pacientes con diabetes tipo 2, y que requieren un abordaje con múltiples herramientas, no solo con las innovaciones tecnológicas. De ahí la importancia de complementarlas con una adecuada estrategia formativa basada en el aprendizaje entre iguales que se practica en las distintas escuelas de salud o programas de paciente activo. Y esto es algo que podemos hacer extensivo a cualquier paciente con una enfermedad crónica o con ciertas condiciones de cronicidad, en las que es imprescindible el compromiso del paciente para conseguir un adecuado seguimiento del tratamiento y las medidas relacionadas con estilos de vida.
En lo que respecta a la diabetes, sabemos que es distinto conseguir el empoderamiento en pacientes con diabetes tipo 1 que con diabetes tipo 2. Esto puede ser porque, pese a que los hábitos no saludables empeoran la evolución de ambos tipos de diabetes, éstos se encuentran más arraigados en el comportamiento de la persona a lo largo de años en el caso de la diabetes tipo 2.
Por ello, desde el punto de vista de la humanización, no deberíamos hablar de enfermedades, sino de pacientes que sufren esa enfermedad o enfermedades, y que son personas en un entorno particular, con su familia, sus circunstancias y sus motivaciones individuales, que determinan ese engagement o compromiso en el trabajo por su propia salud.
Pero, de nuevo, surge una oportunidad vehiculizada no solo por la tecnología, sino por el uso adecuado de la misma, y otros elementos que forman parte de ese empoderamiento orientado a la mejora de la calidad de vida: me refiero al aprendizaje entre iguales. En estos programas se trabajan aspectos no sólo técnicos y biológicos sino emocionales, que incluyen estrategias de afrontamiento, contribuyendo a un adecuado conocimiento de lo que implica la enfermedad y de cómo abordarlo.
Estamos asistiendo a un cambio de paradigma en el empoderamiento del paciente con diabetes. No sólo se trata de facilitar sesiones de educación en diabetes por parte de los profesionales, sino que son los propios pacientes los que, entre ellos, comparten su experiencia, conocimiento y capacitación sobre el cuidado de la diabetes. Una experiencia marcada ahora por la introducción de las nuevas tecnologías.
El reto hoy, es que los profesionales sanitarios reconozcamos al propio paciente como un verdadero actor que trabaja a nuestro lado por su salud, y que le facilitemos para ello todo tipo de herramientas, no sólo tecnológicas sino formativas, orientándonos conjuntamente a conseguir los resultados que más valora cada paciente, y que inciden definitivamente, en una mejora de su calidad de vida.