Entrevistas29 de enero, 2022
Doctora Olalla Otero: "En momentos de estrés o ansiedad la microbiota se altera porque entre cerebro e intestino la comunicación es bidireccional"
La bióloga explica los últimos avances sobre la relación que existe entre la salud mental y estomacal.
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El consumo regular de probióticos ayuda a tener una microbiota en equilibrio
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Los 100 billones de microorganismos que pueblan la microbiota humana pueden afectar directamente a una correcta función cerebral, explica la doctora y bióloga Olalla Otero. “Ya sabemos desde hace tiempo que un equilibrio adecuado de la microbiota no solo es esencial para la salud intestinal, sino también para la extraintestinal”, asegura.
De hecho, la experta apunta que el entender que entre el cerebro y el intestino existe una comunicación bidireccional supuso una verdadera revolución: “Nuestras bacterias intestinales producen sustancias neuroactivas, como por ejemplo hormonas o neurotransmisores, que son capaces de afectar al funcionamiento del sistema nervioso central. Así, tanto el estrés mantenido en el tiempo como la gestión emocional en general tiene un impacto directo en la composición de la microbiota, a la vez que nuestros ‘bichillos’ intestinales impactan en la función cerebral”.
Existe un patrón de disbiosis (desequilibrio de la microbiota) característico en personas que padecen depresión y ansiedad. “Esto provoca una inflamación a nivel intestinal que, a su vez, por todas las vías de comunicación que existen, se traslada también al cerebro y estimula el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal”.
Depresión y microbiota
En este sentido, cabe destacar una investigación liderada por la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y con participación de cinco grupos clínicos del CIBER de Salud Mental, ha encontrado diferencias específicas en la microbiota intestinal de pacientes con depresión al compararla con la de individuos sanos.
Entre los resultados del estudio, publicado en Translational Psychiatry, están los géneros bacterianos cuya abundancia relativa está alterada en pacientes con depresión: Bilophila y Alistipes aumentan, mientras que Anaerostipes y Dialister disminuyen, al comparar la microbiota en heces de pacientes con depresión con la de individuos sanos.
“Identificar la composición de la microbiota característica de pacientes con depresión, así como sus vínculos con la inflamación generalizada presente en esos pacientes, podría representar una aproximación terapéutica prometedora”, explica Juan Carlos Leza, investigador del Departamento de Farmacología y Toxicología de la UCM y coordinador del estudio.
Un estudio reciente ha encontrado diferencias específicas en la microbiota intestinal de pacientes con depresión al compararla con la de individuos sanos.
Manipulaciones en la dieta, así como en el estilo de vida, “pueden tener un impacto en la microbiota intestinal, lo que podría teóricamente facilitar intervenciones terapéuticas en algunos pacientes con depresión añadidas al tratamiento antidepresivo habitual”, añade el experto.
Para aclararnos de una forma más concreta este vínculo, la doctora Olalla, explica en esta breve entrevista, más aspectos relacionados con la salud emocional e intestinal.
¿Cuáles son las últimas investigaciones sobre el vínculo entre la microbiota y el cerebro?
Normalmente, siempre se ha asociado la alteración de la microbiota con trastornos digestivos, esto es algo que vemos muy claro, pero también hay una conexión entre el intestino y el cerebro. Esta condición se ha estudiado primero en ratones, y lo que se ha observado es que cuando a estos animales se les elimina la microbiota, algo que normalmente se hace con antibióticos, se aprecia una alteración no solo conductual, también presentan déficit cognitivo, entre otros efectos. Pero además, a nivel de neurodesarrollo se producen cambios.
Lo que sabemos es que en humanos la microbiota es importante tanto en el neurodesarrollo como en las enfermedades neurodegenerativas y en trastornos del humor.
Se ha apreciado de forma paralela que la sinapsis, esas conexiones neuronales que tiene que haber en el cerebro, no son las correctas, hay un exceso de las mismas de modo que estos circuitos no están refinados. Por otra parte, al igual que tenemos una barrera en el intestino que hace que el contenido de este no pase de forma indiscriminada, es decir que solo se transfieran esos nutrientes de manera muy controlada, en el caso del cerebro también se ubica una barrera hematoencefálica que cuando no hay una microbiota adecuada puede hacer que sea demasiado permeable. Esto es algo que se ha observado en ratones. En definitiva, lo que sabemos es que en humanos la microbiota es importante tanto en el neurodesarrollo como en las enfermedades neurodegenerativas y en trastornos del humor. La disbiosis o el desequilibrio de la microbiota tienen un vínculo con estos elementos.
¿Cómo se produce esa relación?
La comunicación es bidireccional. Si estamos estresados o tenemos ansiedad nuestra microbiota se verá afectada. No va a funcionar de manera correcta. Recordamos que algunos microorganismos de nuestro intestino fabrican neurotransmisores, moléculas como los ácidos grasos de cadena corta que también sirven de señal y que funcionan como mensajeros entre el intestino y el cerebro, modulan el nervio vago (uno de los principales nervios del sistema nervioso)… Todos estos metabolitos que producen nuestras bacterias intestinales se comunican con el sistema inmune y de repente se genera una mayor producción de señales como las citoquinas proinflamatorias, lo que se traduce en una neuroinflamación. Hay muchos factores que alteran las bacterias de nuestro intestino, como por ejemplo una mala configuración de la misma durante la infancia o por el uso o abuso de fármacos, entre otros.
"Los cierto es que la alimentación es una gran moduladora de la concepción de la microbiota y esta afecta al correcto funcionamiento del sistema nervioso central pero al revés también va a influir".
Los cierto es que la alimentación es una gran moduladora de la concepción de la microbiota y esta afecta al correcto funcionamiento del sistema nervioso central pero al revés también va a influir. Así el hecho de que estemos estresados va a modificar igualmente la composición de la microbiota. No hay una única dirección. A veces la causa de esa disbiosis es el estrés, sin embargo en otras ocasiones este desajuste puede ser lo que esté generando que nuestra respuesta al este no sea la correcta.
¿Hasta qué punto los metales pesados, pesticidas, microplásticos e incluso algunos aditivos alimentarios alteran la composición de la microbiota?
Aunque no me gusta ser muy alarmista, hay factores que no podemos controlar. Si vivimos en una ciudad tal vez la calidad del agua no es la mejor o hay contaminación ambiental. Se trata de cosas sobre las que no podemos hacer nada, pero sí es cierto que la calidad del aire, los metales pesados, incluso los aditivos que se usan en alimentación, que aunque no son nocivos para las células humanas, sí pueden alterar la estructura de la microbiota. Esto sucede por ejemplo con determinados edulcorantes artificiales. Esta parte de la alimentación es más controlable, algo que no sucede con los factores ambientales. Al final, lo que hay que entender es que todos estos agentes si llegan a nuestro intestino van a alterarlo y por lo tanto se deben tener en cuenta en la salud 360.
La socialización también se relaciona con la microbiota, que a su vez tiene que ver con lo emocional…
Sí, esto se ha visto en bastantes estudios: cómo el aislamiento social perjudica a nuestra salud mental y cerebral, pero es que además influye del mismo modo el contacto físico real, como el hecho de abrazar a nuestros congéneres o familiares. Compartimos microbiota con las personas con las que nos relacionamos, así que si estamos aislados puede haber un empobrecimiento de esta. Yo siempre pienso en los niños, ya que la microbiota madura en los tres primeros años de vida. Estos pequeños que han crecido en pandemia han estado mucho más aislados y sus contactos sociales han sido más limitados. Seguramente por todo ello su microbiota será menos diversa.
"Compartimos microbiota con las personas con las que nos relacionamos, así que si estamos aislados puede haber un empobrecimiento de esta".
¿Cómo se detecta ese desequilibrio en nuestro intestino?
Este se hace más evidente cuando afecta al tránsito intestinal o cuando percibimos hinchazón abdominal, sin embargo del mismo modo un trastorno en la piel puede venir por un desequilibrio en la microbiota, también alteraciones en el humor, infecciones urinarias... La conclusión, por tanto, es que no solo se basa en alteraciones intestinales, existen otras manifestaciones como pueden ser eccemas que aparecen en la epidermis, incluso el asma… Hay que considerar que resulta clave para modular la respuesta del sistema inmune, por lo que si se producen acciones desestabilizantes la reacción inmunitaria puede no resultar tan buena como debería.
¿Qué aconsejas para cuidar la microbiota?
La alimentación es su gran modulador. Una dieta ideal tiene que ser variada basada sobre todo en productos vegetales, con proteína y grasas de calidad. De estas últimas nos olvidamos muchas veces, y resultan imprescindibles para una correcta salud cerebral. Por ello, resulta fundamental introducir el aceite de oliva, el aguacate, el Omega 3 del pescado, y sobre todo, alimentos centrados en vegetales, es decir, una alimentación prebiótica que favorece el crecimiento de ciertos microorganismos beneficiosos dentro de la comunidad microbiana. Luego están los probióticos, pero estos constituyen una herramienta más específica.
Una dieta ideal tiene que ser variada basada sobre todo en productos vegetales, con proteína y grasas de calidad.
Entonces, ¿qué productos deben moderarse en nuestra pauta alimentaria?
Los ultraprocesados, los alimentos que llevan edulcorantes artificiales, los aditivos, que insisto, sí son seguros para nuestras células, pero que afectan a nuestra microbiota, lo que finalmente supone un deterioro de nuestra salud… En definitiva, “más mercado y menos supermercado”, es lo que recomiendo.